Está claro que muchas mordeduras se producen cuando el niño tiene ocho meses y dos años; en esta edad, el accidente sólo se puede evitar con una actuación preventiva. Los accidentes se producen a menudo cuando el niño, aunque se le tenga apartado, localiza el perro y lo sigue dando pequeños gritos de excitación y de alegría por todos los rincones donde aquel se esconde. La mordedura será tanto más importante cuando más acosado y miedoso se sienta el animal.
A este período bastante delicado le sigue otro más tranquilo pera todos los familiares (tanto los que han querido integrar al bebé en el universo del perro como los que no lo han hecho) una vez que el niño y el perro han anudado un lazo gracias al cual el primero está en situación de poder debido a la perversidad con que lo trata el animal. Entonces es cuando los padres deben limitar los excesos a que podría dar lugar la pasividad del perro.
A este período bastante delicado le sigue otro más tranquilo pera todos los familiares (tanto los que han querido integrar al bebé en el universo del perro como los que no lo han hecho) una vez que el niño y el perro han anudado un lazo gracias al cual el primero está en situación de poder debido a la perversidad con que lo trata el animal. Entonces es cuando los padres deben limitar los excesos a que podría dar lugar la pasividad del perro.

Cuando el niño se hace adolescente
Las dificultades aparecerán de nuevo durante la pubertad cuando el niño abandone su condición y adquiera una autonomía total.
El perro se da cuenta del paso a la adolescencia gracias a las sustancias volátiles (los feromonas sexuales) que el joven emite. Al mismo tiempo, el adolescente intenta convertirse en un individuo socialmente activo para desprenderse de su estatus de inactivo y su primeros actos de autoridad serán a costa el perro. Lo que generará conflictos. Pues ya no será posible que no se plantee ningún problema de prerrogativas como cuando el niño era para el perro un ser jerárquicamente aparte. El perro gruñirá y enseñará los dientes como muestra de malestar, y el joven quizá sufra por ello.
Las dificultades aparecerán de nuevo durante la pubertad cuando el niño abandone su condición y adquiera una autonomía total.
El perro se da cuenta del paso a la adolescencia gracias a las sustancias volátiles (los feromonas sexuales) que el joven emite. Al mismo tiempo, el adolescente intenta convertirse en un individuo socialmente activo para desprenderse de su estatus de inactivo y su primeros actos de autoridad serán a costa el perro. Lo que generará conflictos. Pues ya no será posible que no se plantee ningún problema de prerrogativas como cuando el niño era para el perro un ser jerárquicamente aparte. El perro gruñirá y enseñará los dientes como muestra de malestar, y el joven quizá sufra por ello.

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