miércoles, 25 de septiembre de 2013

UNA EDUCACIÓN LÚDICA

El terranova no es un perro fácil de educar. Independientemente, por no decir testarudo, detesta que se le impartan clases magistrales. De modo que hay que presentar la lección como si fuera un juego. Se le ha de dejar jugar en el agua y felicitarle para conseguir que obedezca a las órdenes elementales: sentado, echado, quieto, marcha a pie. El apego exclusivo que siente por sus dueños hará lo demás. De ahí también la dificultad de confiar en un terranova a un centro de socorro. Para que el equipo de salvamento sea operativo debe estar compuesto por el perro y su propio dueño.
Los ejercicios de natación destinados a desarrollar la resistencia del animal comenzarán muy pronto, desde que tenga cuatro meses; las distancias a cubrir se alargarán muy progresivamente y bajo una estricta vigilancia porque el terranova no conoce sus límites; para complacer a sus dueños es capaz de nadar hasta el agotamiento. En él resulta también muy natural cobrar los diversos objetos (remos, fango o chaleco salvavidas) que se lancen al agua primero desde la orilla y después desde un barco anclado a 30 metros.
Al perro le bastarán unas cuantas sesiones para aprender a tirar del brazo o de las muñecas de un maniquí arrojado al agua desde un canoa. La escena se complica cuando el "muñeco" es sustituido por un voluntario que simula ahogarse haciendo grandes gestos. El animal debe entonces controlar su fuerza espontaneidad para coger delicadamente el brazo de la "víctima".

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