Para el amante de la especie canina el perro es un amigo, un auxiliar valioso y un protector de la familia. En cambio, para quien la deteste, el perro es un ser potencialmente peligroso, que no hace nada bueno. En ambos casos, la noción de agresividad aparece desligada de un sentido profundo puesto que aparece sucesivamente como un síntoma posible de deterioro físico o mental del animal, o como el mayor defecto del perro que, por tanto, se convierte en sinónimo de peligro.
En todo caso, ahí radica el origen de una posición todavía muy extendida según la cual la agresividad es un dato anormal del comportamiento; algunos autores (entre ellos Campbell) considera la agresividad del perro como el síntoma característico de la "parapsicosis".
Para los etólogos, la cuestión es muy diferente. El observador y sobre todo el clínico se encuentra con dificultades para manejar el concepto de agresividad por lo que abordan el problema estudiando los comportamientos que resultan de esa tendencia reactiva, es decir, la agresividad.
En todo caso, ahí radica el origen de una posición todavía muy extendida según la cual la agresividad es un dato anormal del comportamiento; algunos autores (entre ellos Campbell) considera la agresividad del perro como el síntoma característico de la "parapsicosis".
Para los etólogos, la cuestión es muy diferente. El observador y sobre todo el clínico se encuentra con dificultades para manejar el concepto de agresividad por lo que abordan el problema estudiando los comportamientos que resultan de esa tendencia reactiva, es decir, la agresividad.

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